Homeopatía


El siglo XVIII, en un tiempo en que para curar a un enfermo se le sangraba y se le recetaban sustancias altamente tóxicas como el mercurio, surge una alternativa médica a todas luces más efectiva: la homeopatía. Claro que no es para asombrarse que unos chochitos impregnados de agua pura fueran más efectivos como remedio que una terapia de desangramiento y envenenamiento.

¿Cómo funcionan los tratamientos homeopáticos? El principio básico de la homeopatía (similia similibus curentur, lo similar cura a lo similar) fue propuesto a finales del siglo XVIII después de que el médico alemán Samuel Hahnemann hiciera experimentos con una corteza utilizada para tratar la malaria ingiriéndola él mismo, para después darse cuenta de que el ingerir la sustancia le provocaba síntomas muy parecidos a los de la malaria misma.
Hahnemann concluyó que los remedios que efectivamente curaban ciertas enfermedades lo hacían provocando síntomas similares a los que debían curar, lo cual se llegó a conocer como la “ley de los similares”; Hahnemann enfatizó además que la naturaleza de las enfermedades tenía un principio de falta de armonía espiritual que tenía que atenderse de manera holística. La manera adecuada de suministrar el remedio es proporcionándole al paciente no la sustancia en sí, sino la esencia de la misma “impregnada” en agua o en alcohol.
Esta esencia se logra mediante un proceso de diluciones sucesivas. Hay dos variantes de métodos de dilución: el Hahnemaniano (de múltiples recipientes) y el Kosakoviano (de un solo recipiente). En éste último, primero se diluye una proporción relativamente alta (digamos un 10%) de un extracto de la sustancia curativa en cierta cantidad de agua pura o alcohol; se agita de cierta manera para “trasmitirle” al agua la esencia y se desecha la disolución. Se vierte mas agua pura en el mismo recipiente en el cual quedaron algunos residuos de la dilución anterior, y se repite el proceso de agitación.
En el método Hahnemaniano se toma una pequeña cantidad de la disolución y se vierte en otro recipiente con mas agua pura. Este procedimiento se repite un cierto número de veces, dependiendo del grado de dilución deseada. Por ejemplo, en el caso de unos de los remedios homeopáticos más populares, el Oscillococcinum, un remedio para los síntomas de la gripa, el ingrediente activo que consiste en extracto de hígado y corazón de pato silvestre, el proceso de dilución se repite 200 veces.
Extrañamente, entre más diluciones se realicen se considera que el producto final es más potente, es decir, entre menos sustancia activa contenga la dilución mayor será su efecto. En realidad en este punto el hablar de contenido de la sustancia activa es irrelevante pues en las diluciones típicas se llega a un punto en que no existe ni siquiera una molécula de la sustancia en toda el agua obtenida. En la teoría homeopática este hecho no importa, lo que importa es que el agua de alguna manera “recuerda” la esencia de la sustancia activa y este recuerdo es el que lleva a cabo el proceso de sanación.
Los mismos partidarios de la homeopatía reconocen no comprender el mecanismo mediante el cual el agua captura la esencia de una sustancia, o para el caso, en qué consiste esta esencia. La solución producto del proceso de dilución homeópata es indistinguible del agua común, aún a nivel molecular. El premio del Millón de Dólares de la Fundación James Randi para quien logre realizar cualquier acto considerado sobrenatural o parasicológico bajo condiciones controladas, incluye también premiar a quien pueda distinguir, utilizando cualquier método que considere adecuado, una porción de agua simple de una porción de dilución homeopática de manera sistemática y con más aciertos que los que se lograrían de manera aleatoria. Nadie se ha ganado el premio. (www.randi.org).
Vamos a suponer que por algún mecanismo desconocido en realidad el agua posea esta misteriosa capacidad de capturar la esencia de las sustancias con las que entra en contacto; yo me pregunto entonces que pasa con agua que ha estado en contacto con altas concentraciones de contaminantes. Digamos, agua que se usó para limpiar maquinaria industrial y que se mezcló con solventes. Esta agua se va al drenaje para después incorporarse al ciclo natural del agua, o para ser tratada en alguna planta de purificación. Sin embargo la esencia de los solventes debe permanecer por ahí si es que la teoría homeopática es correcta. ¿”Olvida” el agua las esencias después de cierto tiempo de manera que el agua se vuelve adecuada para preparar una dilución homeopática? ¿Cuánto tiempo perdura la esencia impregnada en el agua? Si este es el caso, yo pensaría que las preparaciones homeopáticas deberían tener fecha de caducidad.
Ante argumentos como éstos los partidarios de la homeopatía alegan que todas esas discusiones no tienen sentido ya que aún si se desconoce el mecanismo mediante el cual los remedios homeopáticos logran sanar, el hecho es que en efecto curan enfermedades. El problema es que la única manera de probar la efectividad de un tratamiento y de eliminar el efecto placebo es la realización de experimentos “doblemente ciegos” en los que ni el paciente ni la persona que administra el tratamiento saben si el medicamento que se esta aplicando es en realidad un medicamento o un simple placebo. Este método, fundamento de la medicina moderna, no es adecuado para los tratamientos homeopáticos, alegan sus defensores, ya que estos tratamientos también requieren un enfoque holístico imposible de llevarse a cabo bajo estas condiciones. De esta elegante manera la homeopatía se escapa a cualquier intento sistemático de probar o desacreditar su efectividad. Sólo quedan las anécdotas, los testimonios, las impresiones y las opiniones de quienes se han sometido a estos tratamientos o de aquellas personas que viven de aplicarlos.
La realidad es que la teoría homeopática se desarrolló durante el siglo XIX cuando en la “medicina formal” los tratamientos comunes incluían aplicar sangrías al paciente o recetarle remedios conteniendo sustancias como el mercurio que ahora sabemos es altamente venenoso. No es difícil imaginar que el darle al paciente chochitos de azúcar impregnados de agua pura en lugar de sacarle la sangre y darle a beber veneno podría haber obtenido mejores resultados. Para el caso seguramente cantarle algunas bonitas canciones al enfermo podría haber tenido el mismo efecto. Debe recordarse también que en el momento del nacimiento de la homeopatía ni siquiera se había descubierto el papel de los gérmenes y los microorganismos en las enfermedades, por lo que muchas enfermedades se creían causadas por sustancias y “humores”. Lo asombroso es que más de dos siglos después la homeopatía sigue siendo tan popular y reconocida que en países como Alemania y Francia los sistemas públicos de salud cubren estos tratamientos al menos parcialmente.
Para quienes consideran a la homeopatía como una alternativa a los remedios de la industria farmacéutica comercial, es bueno saber que el Oscillococcinum es una sustancia registrada por una empresa francesa llamada Boiron (www.boiron.es) que factura millones de euros al año. Boiron también posee varias patentes del proceso de producción de remedios homeopáticos, incluyendo métodos de impregnación.
Antes de decidir utilizar el Oscillococcium para remediar ese molesto resfriado recuerda aquel principio que dice que “una gripa sin tratar tarda una semana en curarse, pero con medicinas para la gripa, se puede curar en sólo siete días”.

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