No Creas Todo lo Que Piensas


Los seres humanos estamos sumamente orgullosos de nuestras capacidades intelectuales; consideramos al cerebro humano y al ser humano mismo, como la culminación y logro máximo de la naturaleza. Nuestra capacidad de raciocinio nos asombra y tenemos la impresión de que nuestra poderosa conciencia nos permite percibir e interpretar la realidad tal como es. Estamos equivocados.

A pesar de nuestro presuntuoso sentir la verdad es que nuestra conciencia de la realidad posee serias limitaciones. Estas limitaciones son el tema del libro “No Creas todo lo Que Piensas: Los 6 Errores Básicos que Cometemos al Pensar” (“Don’t Believe Everything You Think: The 6 Basic Mistakes We Make in Thinking” Thomas E. Kida) en el que el autor identifica un “six-pack” de problemas que frecuentemente nos llevan a aceptar como verdaderas ideas que en realidad son falsas:


- Preferimos las historias a las estadísticas. Los expertos en mercadotecnia conocen muy bien el valor de la publicidad “viral” que se transmite de boca en boca. El testimonio de un conocido acerca de un producto tiene en nuestra mente mucho mas peso que todos los estudios estadísticos que nos podamos encontrar. Basta con que un amigo nos platique sobre la mala experiencia que tuvo con cierta marca de automóvil para que ni los reportes más favorables en las revistas especializadas logren sacarnos la opinión de que esos carros “salen muy malos”. Y ni los indicadores económicos mas confiables que muestran que la economía del país en general ha tendido a mejorar durante ya varios lustros pueden cambiar el peso del análisis del vecino que nos dijo que “la cosa está de la fregada”.

- Buscamos confirmar, no cuestionar, nuestras ideas. Tenemos una tendencia natural a sobrevalorar la evidencia que apoya nuestro resultado preferido y a ignorar los hechos que no estamos buscando. Los mercadólogos, que al parecer son un hato de sabios, también conocen este hecho. Saben que la mayoría de las veces al realizar una compra, el consumidor primero decide que desea realizar la compra y después encuentra las razones para validar su decisión. Primero nos enamoramos del auto que queremos, lo compramos y hasta después, si alguien nos pregunta nuestras razones buscamos la lista de ventajas que nuestra opción tiene sobre otras para justificar nuestra elección.

- Raramente apreciamos el papel que el azar y la coincidencia tienen en la forma en que se dan los eventos. Esto se debe a lo poco que tiene de intuitivo la manera en que funcionan las probabilidades. Si se le pregunta a alguien cuál es la probabilidad de que salga cara al jugar un volado muy probablemente contestará que un 50%. Pero si se le dice que ya hemos tirado 5 volados y todos salieron cara y se le pregunta qué es mas probable que salga en el siguiente volado, muy probablemente contestará que “águila”. Las probabilidades no son intuitivas y nos es difícil integrarlas a nuestros razonamientos. Lo mismo con las coincidencias. Frecuentemente escuchamos historias sobre como alguien se encontraba casualmente pensando en algún conocido con el que hace años no tiene contacto y de repente suena el teléfono y es el conocido llamando de manera sorpresiva ¿coincidencia? Pues sí, por más extraño que nos parezca. No nos parecería tan extraño si lleváramos la cuenta de las veces en que hemos estado pensando en alguien y ése alguien no nos llama. O las veces en que alguien nos llama sin que hayamos estado pensando en esa persona. De ésa manera podríamos ilustrar gráficamente que la llamada misteriosa es sólo una coincidencia dentro de un enorme número de ocurrencias de pensamientos y llamadas que experimentamos durante toda nuestra vida.

- A veces percibimos erróneamente lo que sucede a nuestro alrededor. Creemos que nuestros maravillosos sentidos nos reportan fielmente la realidad que nos rodea y no es así. Como saben muy bien los magos profesionales, y algunos timadores, nuestros sentidos son fácilmente engañables. Por ejemplo, pensamos que nuestro sistema visual funciona como una especie de cámara fotográfica que percibe de manera fiel lo que se nos pone enfrente cuando la verdad es que no sólo tenemos zonas de total oscuridad en nuestro campo visual (correspondientes al lugar en el que el nervio óptico se conecta y se atraviesa en nuestra retina), zonas que nuestro cerebro compensa muy eficientemente, si no que el área que percibimos con “alta definición” es muy limitada y se localiza en el centro de nuestro campo visual. Fuera de esta área percibimos con muy poca definición. Hay un experimento muy sencillo para darse cuenta de esto: dirige tu vista un poco hacia un lado de un texto frente a tus ojos; sin mirar directamente al texto trata de leerlo. Notarás que no es fácil y que el texto aparece borroso. Y entre más lejos se encuentre el texto del punto central de tu visión, más difícil será leerlo.

- Tendemos a sobre simplificar nuestro pensamiento. Si tuviéramos que realizar un análisis concienzudo de cada situación con la que nos encontramos caeríamos en una parálisis que nos impediría tomar cualquier decisión. Afortunadamente nuestras mentes pueden realizar asociaciones libres y tomar decisiones con información incompleta, una forma pensamiento conocido como “heurístico”. Desafortunadamente esta útil capacidad también provoca que no siempre realicemos el mínimo análisis necesario al considerar una situación o idea. Si alguna vez logramos que la imagen de la televisión mejorara al propinarle un golpe concluimos que este método funciona (no sé por qué pero funciona) y que será válido ponerlo en práctica cuando la lavadora no arranque.

- Nuestras memorias frecuentemente son inexactas. Creemos que nuestras memorias son como videos que podemos repasar y volver a “ver” siempre de la misma manera. Sin embargo, ahora sabemos que nuestras memorias son dinámicas, fabricadas en nuestros cerebros al momento de ser requeridas y que son además altamente susceptibles de ser transformadas por estados de ánimo, experiencias posteriores o influencias de otras personas. En un famoso experimento de inducción de memorias el experimentador repasa con el sujeto y con un familiar del sujeto algún evento particular que hayan vivido juntos, como una visita durante la infancia al parque zoológico. Dentro los hechos recordados el familiar, que se ha puesto de acuerdo con el experimentador, inserta una falsa memoria, algún detalle inventado como una caída o el primito que los había acompañado ese día. Gracias al refuerzo de la memoria del familiar, el sujeto termina “recordando” lo que al parecer había olvidado, aún a veces agregándole él mismo más detalles.

Todas estas características de nuestras mentes que nos hacen percibir de manera errónea lo que pasa a nuestro alrededor son naturalmente desagradables para nosotros. No nos gusta pensar que somos engañados por nuestros propios cerebros. Sin embargo, al ser concientes de ellas, podemos mejorar nuestra percepción del mundo y comprender de manera más fiel la naturaleza de las cosas que nos rodean.

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