El escándalo de VW fue hace menos de 3 años ¿Y qué pasó?

Hace menos de tres años, a mediados de 2015, la empresa Volkswagen admitió haber programado sus vehículos diesel vendidos en EEUU para engañar las pruebas ambientales de ese país. El escándalo fue titular en las noticias, y algunos nos preguntábamos como Volkswagen podría recuperarse de haber sido atrapado haciendo trampa de manera deliberada para incrementar sus ventas sin importar el impacto ambiental, y de los costos financieros que todo ello representaba.

BUENO ¿Y QUÉ PASÓ? 


Por supuesto algunos ejecutivos terminaron procesados. La empresa tuvo que afrontar un inmenso costo en multas y en vehículos que tuvieron que re-comprar de sus dueños. El impacto en la imagen de la empresa dentro del mercado norteamericano se esperaba que fuera incalculable.

Sin embargo, como se puede ver en la gráfica inferior, el valor de las acciones de Volkswagen en estos días básicamente alcanzó al nivel que tenía poco antes del escándalo. Es decir, no pasó nada. El riesgo financiero de romper las reglas a esa escala, resultó ser un costo aceptable.



DESMEMORIA, CORPORACIONES Y CORRUPCIÓN 


Esta historia me deja pensando en tres cosas.

Primero, que nuestra desmemoria cultural es impresionante. Lo pude constatar personalmente. Aún con lo inmoral e indigno que me pareció el comportamiento de Volkswagen durante el escándalo, hace pocos meses le recomendé a mi esposa un carro de esa marca, el cual terminó comprando. El marketing tiene mucho que ver en ello.

Segundo, que son necesarias instituciones muy fuertes para detectar y afrontar los excesos en los que CUALQUIER corporación parece ser capaz de caer con tal de incrementar su valor. Incluyendo crímenes.

Y tercero, que la corrupción es común a todos los países y culturas. Donde sea que las regulaciones puedan ser burladas, habrá quien encuentre la manera de hacerlo si el retorno de la inversión es atractivo. Eso va a pasar aquí y en China. Y como claramente quedó demostrado, también en Alemania.

Una vez más, son instituciones fuertes, permeadas por la sociedad civil, las únicas que pueden contra esa corrupción que a veces en México sentimos que viene en nuestra genética nacional, pero que en realidad habla no de nuestros genes, sino de nuestra capacidad para producir un estado fuerte, de instituciones.

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